– Eh, levanta, en quince minutos tenemos que salir por la puerta –sentencia alguien con brusquedad, sacudiéndome encima de mi cómoda y cálida cama–. Arrea.
Cuando consigo que Hugo desaparezca de mi habitación a base de gruñidos suplicando que me dejara en paz durante unos minutos, lentamente, poso los pies sobre el frío suelo de parqué. Busco a tientas las zapatillas que, como de costumbre, se han escondido bajo la cama. Y cuando consigo alcanzarlas, me restriego los ojos con el dorso de la mano haciendo ademán de despertarme de manera definitivamente, pero camino todavía ligeramente grogui hasta el baño, donde me encierro de un suave portazo.
No me gustan los jueves, es el día de la semana que más largo se me antoja. Es uno de los días que debo salir a las tres de la tarde en vez de a las dos, pero las asignaturas de los jueves, me resultan una manera aplastante de ir acabando la semana. Aquel que tuvo la grandísima idea de crear únicamente dos días para el fin de semana, estaba completamente enojado con el mundo. Tengo claro que si preparar aquello hubiera sido mi tarea, como mínimo, habría dejado los mismos días de descanso que lectivos, para compensar. Habría sido un buen creador del mundo.
Con gesto achinado por culpa de la penetrante luz, contemplo mi rostro reflejado en el espejo. Me echo agua en abudancia recogida entre las manos y me las llevo a la cara para avisparme. El efecto es casi inmediato. Toso un poco porque he sido lo suficientemente listo como para hacer que se me metiera agua por la nariz. Cuando ya estoy aseado, miro mi pelo. Me pregunto qué debo haber hecho para que acabe en este estado. Anoche estaba perfectamente posicionado, y ahora cada mechón va en una dirección diferente. Es algo que no me suele pasar, me levanto tal cual me acuesto. Alucinado ante el fenómeno que mis ojos presencian, saco un peine del cajón del maquillaje de mi madre, y me aliso el cabello enmarañado para darle un aspecto más humano. Cuando acabo con un resultado satisfactorio, camino por el pasillo dando pequeños saltitos, ya que llevo dos días con la misma cancioncilla en la cabeza, y no puedo evitar dejar de tararearla.
– Buenos días –saludo a mi hermano, el cual está sentado en su sitio con un bol de cereales con leche justo enfrente. Ya está dispuesto a salir por la puerta en cuando se acabe su desayuno, ya que se ha deshecho de su pijama gris para sustituirlo por unos vaqueros rojos y una camiseta de manga corta blanca. Le ofrezco un silbido piropeándole–. Qué guapo vas, estás diferente, ¿te has duchado? –Pregunto sarcásticamente. Mi hermano es un chico al que no suele importarle mucho la ropa, por eso me sorprende verle tan medianamente arreglado.
– Qué gracioso –me contesta arrugando el rostro, con odio–. Tienes una chispa... de mayor mechero.
Le río el chiste malo para que lo que comienza siendo una broma, no derive en una batalla campal entre hermanos, cosa que suele pasar continuamente. Nuestra pequeña conversación mañanera no da más de sí, cosa que no me sorprende, ya que mi hermano nunca ha sido muy charlatán y solo pronuncia palabra cuando le hacen referencia a algo o se ve obligado a abrir la boca, pero si fuera por él, jamás mantendría una conversación con nadie, y se limitaría a asentir y hacer gestos.
Una vez terminado el desayuno en súbito silencio con la maravillosa compañía de mi hermano mayor, me encamino hasta mi cuarto para cambiarme de ropa. Me decanto por unos vaqueros oscuros y una camiseta de tirantes de The Who, uno de mis grupos favoritos. Me pongo mis zapatilla rojas desgastadas por el uso y dudo en ponerme un gorro o no. Me lo pruebo colocándome justo enfrente del espejo para decidir qué hacer, pero de pronto entra Hugo sin avisar, y pego un bote, asustado.
– Date prisa que te... Tío, ¿qué haces con un gorro? –Me pregunta sin comprender nada– No sé si sabes que estamos casi en verano, y que hace un calor del copón y... Dios mío, pareces gay –concluye como si no hubiera un adjetivo que me definiera mejor.
– Pues ligo más que tú, a las señoritas les gustan los gorros –Le espeto con maldad recriminándole mi éxito. Sale de mi habitación cerrando la puerta tras de sí, sin comentar nada más. Le lanzo el gorro pero no consigue ver mi gesto.
Al final decido no ponerme el gorro, no porque mi hermano opine que parezca homosexual, ya que es algo que no me importa, sino porque tiene razón en lo de que hace demasiado calor como para ir con un gorro por la vida. Voy un momento al baño para lavarme los dientes y corro de vuelta a mi habitación para coger la mochila y el skate, ya que llegamos tarde y Víctor debe estar esperándonos abajo. Mucha paciencia debe tener para conseguir aguantar mi impuntualidad. Eso es un amigo de verdad y lo demás son tonterías.
Cuando salgo por la puerta me veo a mi hermano apoyado en la pared aparentemente esperando a que saliera de una vez. Sé que soy muy pesado, pero no puedo evitarlo. A veces. Me mira la cabeza y me muestra una media sonrisa de complicidad. ¿Cree que ha ganado? No tiene ni idea.
Salimos por la puerta, Hugo se encarga de cerrar con llave, ya que mamá y Carlos se han ido a trabajar muy temprano y nos han dejado a nosotros dos solos. Bajamos las escaleras con rapidez ya que vamos justos de tiempo, y me veo a Víctor apoyado en la puerta de nuestro portal agitando la pierna. Eso significa que está nervioso y que lleva demasiado tiempo esperando y que me va a gritar y decir cosas que no siento necesidad de escuchar. Hay veces en las que parece mi madre, y prefiero desconectar del mundo. Como hacía mi abuelo, que cada vez que no quería escuchar una conversación, como era sordo, se apagaba el aparato que le permitía estar atento a lo que ocurriese a su alrededor. Era un sabio hombre.
– Hola guapo, ¿esperas a alguien? –Digo poniendo voz de mujer, ya que como está de espaldas, no puede alcanzar a verme y se gira asustado. Cuando lo hace me propina un buen puñetazo en el brazo que, sinceramente, me ha dolido, pero continuo riéndome. Hugo sale por la puerta con desdén– Así no se trata a una mujer.
– ¿Qué mosca te ha picado hoy? Estás demasiado... Alegre –dice a medida que va pensando sus palabras–. Es por la mañana, por la mañana nadie debe estar alegre, y menos en horario lectivo.
– Es que los jueves intento tomarlos con una sonrisa, para que no sean tan pesados como la realidad quiere que sean –le explico con una media sonrisa dibujada en el rostro.
Es así. Por no llorar, prefiero sonreír, que es mucho más sencillo, y no deja marca. Todo aquello que me resulta desagradable, intento transformarlo en algo bueno, mirándolo desde otro punto de vista, para no amargarme. Hay veces en las que es inevitable deprimirse y estar triste, es más, la mayoría del tiempo parezco estar alicaído y con gesto pensativo, pero intento tener en cuenta que debo ser feliz, y sonriendo es la manera más sencilla de serlo. Es una teoría que llevo labrando desde hace un tiempo, pero que realmente, ponerlo en práctica, han sido un par de veces. El resultado es efectivo, pero es más complejo de lo que asemeja ser.
Me monto en mi viejo skate y les adelanto para que me de el aire en la cara, notar la brisa peinando mi castaño cabello. Es una grata sensación, como rozando la libertad, aunque ese es un termino evidentemente más grande y glorioso. Nos aseguran con total certeza que vivimos en libertad, siguiendo nuestros derechos los cuales deberían ser justos, pero, ¿y si esa no es la verdadera libertad? Es algo que se puede modificar a gusto de cada uno. Para alguien nadar en la playa puede significar libertad, o ir desnudo. Personalmente, lo defino como una especie de limite, meta que nosotros mismos nos forjamos. Soy un poco extraño, puedo estar tan tranquilo que de repente le comienzo a dar vueltas a cualquier cosa.
En menos de lo que me esperaba, llegamos al instituto. No llegábamos tan tarde como Hugo y Víctor creían, ya que todo el alumnado se encuentra fuera a la espera de que toque el timbre. Como me he adelantado para estar un rato solo, les espero al lado del aparcamiento. Vienen arrastrando los pies y hablando sobre temas intrascendentes. De vez en cuando uno de los dos se ríe, me gusta que se lleven tan bien. Hugo siempre dice que Víctor es como el hermano pequeño que nunca tuvo. Y ahí es cuando se supone que debo sentirme ofendido, pero realmente no me importa en absoluto.
– Venga, dime quién es la número cien –le insto, ansioso. Reconozco que estoy nervioso y claramente alterado, quizás sea la verdadera razón de mi actitud.
– Pues espérate que la busque, pero a lo mejor ni la encuentro, que aquí hay mucha gente.
Víctor y yo nos apoyamos en el capó de un coche rojo, el cual sabemos que es de David, un amigo nuestro, y seguro que no le dará la menor importancia. Observo el rostro concentrado de mi hermano, realmente está interesado en encontrar a aquella chica, le veo dirigir la mirada por todos los rincones del instituto. Nunca me pongo nervioso cuando me va a decir quién es la siguiente víctima, pero curiosamente, lo estoy. Es algo extraño, es la última vez que esto sucederá, y por un lado, incluso me da lástima. Me acuerdo cuando me asusté al preguntarle a Hugo si debía salir con todas ellas, pero me lo negó rotundamente, alegando que con que me liara con ellas, sobraba. Lo tomé en cuenta, pero apenas lo puse en práctica. Sé que soy el menos indicado para decirlo, pero no me gustan los líos de un día. Sé que con todas las chicas que he salido, lo que sentía no era totalmente verdadero, pero pasábamos buenos momentos. Es algo que solamente yo comprendo.
– A lo mejor no ha lleg...
– ¡Ahí está! –Me interrumpe abriendo los ojos como platos– ¡Ahí, esa es, sentada en las escaleras de la entrada! Pelo largo, castaño y ondulado. Está leyendo un libro o algo, y lleva una camiseta gris y unos pantalones oscuros.
Me pongo en pie, justo a su lado para poder saber de quién se trata. Víctor, interesado, se nos une, y es el primero en ver de quién se trata. Lo sé porque abre la boca diciendo 'Joder'. Yo continúo buscándola con la mirada, ya que en las escaleras siempre hay muchas gente y estamos muy lejos como para poder reconocer bien a cada uno de los que se encuentran allí. Después de varios intentos, levanta la cabeza y mira en nuestra dirección. Se me hiela la sangre al reconocer a la chica de largos cabellos castaños de la cual hablaba mi hermano. Es ella. No puede ser.
Asdfghidhgerjdbguerjgsdhbfew siguiente C:
ResponderEliminarFofdsgjidfhgusduifghuihauhdfuighdfug espero que pronto. C:
EliminarOH DIOS MIO... Creo que sé de quién se trata xD Pero aún así estoy confusa. Pues eso. Que esto enamora y que... Gracias por escribir tan maravillosamente bien. Besos <3 Siguiente. :3
ResponderEliminarSi es que es bastante predecible, qué quieres que te diga... JAJAJAJAJAJAJA. Oh, muchas gracias, me alegro de que te guste, un beso. *-*
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