Vivimos en un mundo en el cual no manda alguien, sino algo. La sociedad que nos rodea es ese algo. Aparentemente dicta cómo somos y cómo debemos ser. ¿Crees que eres guapa? Engreída. ¿Dices que eres fea? Centro de atención. Nos adentramos en ella de forma inevitable, porque por mucho que se diga todos tenemos prejuicios, pero a algunos les afectan más los comentarios que a otros. Hay quien escapa. Hay quien no.
miércoles, 27 de marzo de 2013
32. PENSAR.
No me suele gustar echar en cara las cosas, y menos ahora con mi hermano, por todo el asunto que ha removido a toda la familia, pero necesito restregarle mi victoria, porque conozco a mi hermano, y sé que incluso desde una camilla de hospital, se reiría de mí si no lo consiguiera. Puede sonar muy infantil, como cosa de críos pequeños que se pican entre ellos, pero es que siento que no estaré en paz conmigo mismo hasta que lo consiga. Es un pensamiento egoísta, y más ahora al ser conocido su problema, y soy consciente de ello, pero debo proseguir.
Mis intentos por acercarme a Amelia han resultado catastróficamente en vano, así que, derrotado, he vuelto por mi propia cuenta hasta casa. En el resto de clases me he girado varias veces a ver si conseguía captar su atención, pero estaba más atenta al profesor que a mis señales. Cuando posaba su mirada en la mía, arrugaba el entrecejo, me imagino que preguntándose por qué le sonreía de esa manera. A continuación soltaba un soplido, y continuaba inmersa en aquello que estuviera escrito en su cuaderno. Como Carla ya sabe que debo ir a por Amelia, cada vez que intentaba llamar su atención, intentaba aguantarse una carcajada, y cuando tiré el bolígrafo ''accidentalmente'' para poder acercarme un poco a ella, a Carla se le escapó una risotada que retumbó por toda la clase, y todas las miradas se concentraron en mí, que estaba en una pose extraña para poder alcanzar el boli sin levantarme de la silla. La profesora me pidió que dejara de hacer el imbécil, y tras la vergüenza del momento, intenté de nuevo lo de las sonrisas. Y otra vez totalmente inútil. Estoy perdiendo facultades.
Me pone nervioso la idea de tener que conquistar a una chica como Amelia. No es que no haya tratado con chicas difíciles, pero es que me parece extraño tener que liarme con la que fue mi mejor amiga de la infancia. Quizás con el resto, algunas las conociese y se hubieran convertido en buenas amigas, pero esto es distinto. Aún recuerdo cuando iba todas las tardes a su casa a merendar. Su madre siempre tenía preparado para mí un enorme bocadillo de chocolate. Por aquel entonces era como un paraíso entrar a su casa y tener aquel recibimiento, por lo que no tengo malos recuerdos respecto a aquel lugar. El caso es que ella siempre llevaba la corta melena recogida en dos pequeñas trenzas. Siempre llevaba ese peinado, era raro verla con el pelo suelto. Cuando se hacía la listilla, me encargaba de tirarle de ellas, para molestarla. Ahora me parece extraño recordarla como una amiga. Como mi mejor amiga, porque era con quien pasaba la mayor parte del tiempo. Me acuerdo que nuestras madres siempre decían que nos querían emparejar, y cuando nosotros las escuchábamos decir eso, poníamos cara de asco. Entonces fue cuando nos prometimos que nunca nos casaríamos, incluso hicimos juramento de meñiques, era algo serio. Pero al final, un día quiso jugar a las princesas. Me obligó a disfrazarme de príncipe ––aunque solamente llevaba una americana de su padre que me venía especialmente grande, una corbata, y me pintó un bigote con rotulador, que por cierto se borró tras pasar una semana–– y acabamos el juego con una ceremonia de boda. Su padre nos encontró y nos hizo una foto, y estoy seguro de que está por algún lugar de la casa.
––Mamá, apaga eso ––le ordeno a mi madre, la cual me mira perpleja––. ¿Tienes que fumar justamente cuando estoy comiendo?
––Lo siento, cielo, no me he dado cuenta ––se excusa con gesto desconcertado, no acostumbrada a recibir órdenes por mi parte, y presiona el cigarrillo contra el cenicero, apagándolo.
––Odio que fumes ––le espeto sin mirarla a la cara.
––Te prometo que intentaré dejarlo.
'Prometo que lo dejaré'. Cuántas veces habré escuchado yo esa frase proveniente de entre sus labios. No es ninguna sorpresa para mí, siempre está repitiendo lo mismo, y ya no encuentro la sinceridad en sus palabras, por lo que lo he dejado estar. La lucha de mi madre contra el tabaco siempre ha acabado mal, siempre le pido que intente dejarlo, pero cuando se pone en ello, al día siguiente me la encuentro escondida en el baño, fumándose un cigarro. La adicción de mi madre es el mayor de sus defectos. Lleva fumando desde hace mucho tiempo. Estuvo ocultándolo un par de años, hasta que un día, buscando las llaves de la casa en su bolso, mi hermano encontró una cajetilla de cigarros. Cuando me lo contó no me lo creí, porque mi madre es de aquellas personas que le ofrecen toda la importancia a la salud, y resultaría irónico e hipócrita, pero al final nos confesó su problema. A mi hermano no le importó en absoluto, porque de vez en cuando él también se fuma alguno, pero a mí me pareció horrible y decepcionante. Todavía tengo muchas peleas con ella cada vez que la encuentro dando una calada.
Termino de comer en silencio, sin dirigirle la palabra a mi madre, y ni tan siquiera mirarla, y me encamino hacia mi habitación, donde me encierro de un portazo y me desplomo sobre la cama. No es uno de mis mejores días, para nada, pero estoy seguro que tampoco es de los peores. Es tan solo un día más. Tengo la mala costumbre de darle vueltas a cualquier cosa. Lo que a veces es una virtud, lo que me previene de muchas cosas, pero me obliga a estar angustiado la mayor parte del tiempo. Decido hacer rápido los deberes de matemáticas para poder echarme una siesta cuanto antes. Mañana es viernes, es algo que me anima bastante, porque eso significa fiesta.
Los viernes normalmente paso la tarde en casa de Víctor, y por la noche nos vamos a una discoteca a las afueras de la ciudad. Mi hermano siempre se encargaba de llevarnos, pero como ahora le han prohibido el acceso a la conducción, supongo que pediremos un taxi. Me gusta salir de fiesta y tomarme algo, mentiría si dijese que no me emborracho nunca, pero no cruzo la línea que separa la leve subida del alcohol, con el desfase. Víctor opta por lo último. Siempre que ponemos un pie en una discoteca, dice la frase por la que le recordaré toda mi vida: 'Buenas noches, señores, y que no sea la última'. Lleva diciendo lo mismo desde que un día tuvieron que llevarlo al hospital porque se desmayó en medio de la calle. Cuando logró recuperar el conocimiento, se limitó a soltar una carcajada y a decirme que me quedaba mal la camiseta azul que llevaba puesta. Así es Víctor. Me preocupé bastante, que todo sea dicho, pero como no era muy consciente de lo que sucedía, iba vagando en busca de respuestas. Me gusta ir de fiesta y pasármelo bien, pero para ello no necesito beberme todo el alcohol de la ciudad.
No consigo conciliar el sueño, ya que una preocupación se apodera de mi mente. ¿Cómo lo haré? Es la pregunta del millón. Necesito una respuesta rápida y contundente, de la cual poder estar seguro de su efecto inmediato, pero no es algo que llueva del cielo. Es algo más complejo, debo estrujarme el cerebro y crear un plan. A simple vista parece menor la conquista, pero sé que la guerra es larga, y debo luchar por cada batalla. ¿Cómo me puedo meter yo solo en estos líos? No tengo tiempo para quejarme, no tengo tiempo para nada.
Me pongo en pie y me acerco a la ventana que da a la parte trasera de mi edificio. Desde aquí puedo ver el bloque de apartamentos de la calle de atrás, donde vive un amigo mío con el cual hace muchos años que no hablo. Apoyo la mano en el marco de esta, y miro dudosamente la pequeña piscina que se encuentra justo en frente de mí. El verano. Tengo ganas de que lleguen las vacaciones. Estas vacaciones deben ser inolvidables, ya que cuando acaben, comenzará la universidad, acompañada de todas sus responsabilidades. Desde hace unos años, siempre les he dicho a mis amigos que el verano antes de pasar a la universidad, haría todo tipo de cosas. Iría a todos los conciertos que quisiera, viajaría a sitios de ensueño y me olvidaría de todo. Creo que me conformaré con quedarme aquí, y disfrutar del poco tiempo que estaré con mis amigos. Decisión madura, por cierto. Nos empeñamos en proponernos metas que nos hacen creer, ilusionarnos, pero al final, al volar e intentar alcanzarlas, caemos en picado.
De pronto, fugaz, se plantea una imagen en la cabeza. Una imagen perfecta, una idea, una solución. Rápidamente me pongo alerta y salgo por la puerta de mi habitación. ¿Cómo no se me había ocurrido antes? Es perfecto, es sencillo, es simple, es esperanzador. Es un pequeño detalle que puede abrirme aquella ventana que estoy esperando, tras haber sido cerrada mi puerta. Camino con paso rápido y decidido hasta el salón, donde me encuentro a mi hermano tumbado con una cerveza vacía en la mano, que me mira con gesto dudoso, pero dirige de nuevo su atención a lo que sea que esté viendo en la televisión. Me inclino y me siento sobre la alfombra. Abro todos los cajones de las estanterías, buscando mi respuesta, y tras media hora en busca y captura, perdiendo la esperanza a medida que pasa el tiempo, la encuentro.
Mi salvación.
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Que sera su salvacion??dyeidjdbhsjs. Jjaja hermoso como siempre el capitulo:) siguiente guapaa<3
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