domingo, 6 de enero de 2013

12. REALIDAD.


Escuchar esas cinco palabras provenientes de sus labios, han provocado un paro automático de mi corazón. Su confesión me ha dejado de piedra, no me lo esperaba en absoluto. Creía que todo iba bien, que seguíamos tan felices y amigables como siempre, que éramos como hermanos, pero veo que soy el único que piensa así.
– Víctor, por favor, ¿puedes venir a mi casa y hablamos mejor? No puedo contarle mi vida a una pantalla. – Le suplico a duras penas, no quiero perder a mi mejor amistad.
– Está bien. – Me regala una forzada media sonrisa y se desconecta al instante.
Tengo miedo, se me revuelven las tripas y no sé cómo reaccionar. Me he quedado completamente paralizado, en blanco. ¿Incluso mi mejor amigo piensa que soy un putón? Esto no puede estar pasando. Él conoce la historia, sabe que no hago esto por gusto, sabe que debo terminarlo porque sino jamás me lo perdonaré, sabe todo lo que opino, pero aún así se cuestiona mi integridad. No sé qué pensar respecto a eso. Me siento ofendido, pero por otro lado es comprensible. Ver cómo tu mejor amigo se destroza la vida por ir zorreando por ahí, jugándosela con el resto del mundo, no tiene que ser bueno. Porque no todo ha ido de viento en popa, me he metido en incontables peleas en las cuales unas he salido vencedor, y en otras, perdedor.
Víctor vive en el edificio de al lado, sino no le habría pedido que viniera. Necesito una charla sincera con él, una de esas charlas que anteriormente entablábamos con regularidad. Ahora que me paro a pensarlo, siento cómo nos hemos distanciado poco a poco. Una distancia psicológica, porque físicamente no podemos estar más juntos. Antes, me volvía con él del instituto, íbamos andando, nos daba igual lo extenso que fuera el trayecto, empleábamos aquellos minutos para relajarnos un rato. Conversaciones inocentes, que a la vez contenían mucha sinceridad y valores morales.
A simple vista, Víctor parece un tipo ignorante que solamente se preocupa por la cantidad de gomina de su peinado, incluso yo mismo llegué a pensarlo, pero me equivoqué. Víctor es realmente encantador, pícaro y tremendamente divertido, pero una de sus mayores virtudes es la de ser un muy buen amigo. Su sinceridad aporta fluidez en sus amistades, y consigue que todo el grupo forme una gran familia. Sin él, no sé qué sería de nosotros, o qué sería de mí. Se ha encargado de ponerme los pies en la Tierra, gracias a él no soy un auténtico flipado.
En menos de tres minutos, suena el timbre que indica que Víctor está a la espera de que le abra la puerta de abajo. Salgo rápidamente de mi habitación, todavía aturdido por la confesión de Víctor. Tras abrirle la puerta de abajo, espero a escuchar cómo suenan las puertas chirriantes del ascensor. Da igual que viva en un primero, él siempre va a subir y bajar en ascensor.
Camina con la cabeza gacha hasta mi puerta. Me hago a un lado para que pueda pasar, y en cuanto lo hace, la cierro con cuidado. Sin necesidad de hablar, andamos hasta mi cuarto, se sienta en mi colchón mientras yo le contemplo de pie. ¿Qué pensamientos invadirán ahora mismo su mente? Siempre he querido tener el super-poder de leer mentes. Sería increíble saber qué piensa realmente la gente, sería fascinante.
– Por favor, explícate mejor. – Le suplico.
– Mira... Puede que lo que te diga te duela, pero necesito decírtelo. – Me alerta antes de comenzar con un breve pero intenso discurso. – Lo he estado pensando, y tu jueguecito no va a hacer más que traerte problemas. Sí, más problemas. Estás a punto de conseguirlo, ya has ganado, todo el mundo lo sabe. Pero, ¿qué sucederá luego? Ya sabes, cuando no tengas más ''víctimas''. ¿Crees que alguna chica confiará en ti después de saber lo que has hecho con 100 chicas más? Porque deberías de tener en cuenta de que no solo el instituto te conoce por tus proezas, sino toda la ciudad, y todo el mundo sabe lo que has conseguido. Te lo digo por tu bien, creo que es mejor que pares ya.
Las palabras de Víctor me llegan al corazón. No de manera ofensiva, como él esperaba, sino de manera realista y constructiva. No había llegado a ver la situación desde ese punto de vista. ¿Alguien me querrá después de conocer mi historia? Nunca he llegado a plantearme el amor verdadero, realmente, nunca he creído mucho en él. ¿Dos personas amándose incondicionalmente por el resto de sus vidas? Eso se ha acabado. En mi generación como mucho duras un mes. Es lo que hay. ¿Pero acaso me he molestado en buscarlo? Tengo edad de enamorarme.
– Tío, di algo, me siento como una mierda. – Insiste al ver que no pronuncio palabra.
– ¿Eh? Ah, Víctor, no te sientas mal, has hecho lo de siempre, decir la verdad. – Le explico. Los borrachos, los niños y Víctor son los que siempre dicen la verdad. – Tienes mucha razón, y no me has ofendido en absoluto, es más, me has hecho abrir los ojos. Pero piensa que ya es tarde. ¿Qué importará una más que una menos? El daño ya está hecho, debería haber entrado en razón hace tiempo. Aunque sabes que no podría haberlo dejado de todas formas.
– Pero con un poco de fuerza de voluntad...
– No, y lo sabes. – Le corto de inmediato, a él y a sus dudas. – Las cosas son como son, es al menos el único aspecto que reconozco en mí.
Permanecemos quietos, inmóviles y en silencio durante unos minutos eternos. Parece que la Tierra ha sido pausada brevemente, haciendo que podamos escuchar los latidos de nuestros propios corazones. No solemos estar tanto tiempo en silencio, por lo que me resulta incómodo, aunque no es malo del todo, me permite pensar.
Como ya he dicho, el daño ya está hecho. Todo es por mi culpa, y es ahora cuando debo pagar mis errores.

No hay comentarios:

Publicar un comentario