jueves, 10 de enero de 2013

25. MADUREZ.


Ahora que lo pienso, mi invitación parece dar a entender otra situación, pero prefiero pasarlo por alto, ya que Carla, tras titubear pensativa, ha aceptado. No tengo ni idea de si percibía algún matiz de ahogamiento en mi voz, ya que necesito contárselo a alguien más. Y eso es algo extraño, ya que mi misión siempre había sido ocultarlo. La presión me ha hecho cambiar esa opinión, y espero que esta tarde a las cinco, que es cuando he quedado con ella en la puerta de mi casa, pueda deshacerme de una vez de aquel nudo que se apodera de mi garganta en estos mismos momentos.
En vez de ir andando o en coche, me he visto obligado a montar en autobús, ya que estoy demasiado cansado como para andar hasta mi casa, y mi hermano me había avisado de que no podría ir a por mí, ya que le habían quitado las llaves del coche como castigo, aquel impedimento me ha obligado a tener que sentarme por la zona de la mitad del autobús, pegarme al asiento vacío al costado de la ventana, y apoyar las piernas en el asiento de adelante, adoptando una postura cómoda, pero peligrosa para mi columna.
No ha sido tan buena idea como esperaba, si lo hubiera pensado más de dos veces, ni tan siquiera habría puesto un pie en las escaleras del bus. A medida que el alumnado se adentra al interior del vehículo, sentándose junto a amigos, riendo y comentando las hazañas de este nuevo día, comienzo a darme cuenta que la gran mayoría de los presentes, me lanzan miradas rápidas con un torpe disimulo. Esto es lo que creía estar evitando el resto del día, pero veo que no es más que el principio. ¿La gente no se cansa de hablar de la vida de los demás? ¿No les basta con la suya? Estoy harto, y no pienso aguantar un día más así, mi paciencia tiene un límite, y ahora mismo está siendo rozado.
– ¿Puedo sentarme? – Si no fuera porque tengo un oído muy agudo, jamás habría podido escuchar aquella voz tan suave y frágil, asemejada a un suspiro. Miro de quién se trata, y es una pequeña chica de primero que mira repentinamente al suelo en cuanto le dirijo la mirada, avergonzada. ¿Por qué los pequeños nos tienen tanto miedo? En un momento fuimos como ellos. La pequeña niña rubia y de ojos marrones alza lentamente la mirada esperando una respuesta.
– Claro. – Afirmo quitando mi mochila del asiento de al lado para dejarle sitio. La niña mira fijamente hacia delante, como si los asientos fueran un mundo maravilloso repleto de aventuras.
Por el rabillo del ojo, consigo ver a la chica de cortos cabellos dorados, que continúa en su misión de no parpadear. Me causa curiosidad, me gustaría que entablara una conversación, no creo que una niña tan tímida como ella, me espetara todo lo que he hecho. A veces la inocencia es necesaria. De pronto escucho un mugido. Alguien de la parte de detrás del autobús se entretiene imitando los sonidos de una vaca. No quiero girarme, porque sé que si lo hago, perderé la compostura y no podré recuperarla. El resto del autobús ríe las gracias del susodicho. Cuando llevamos medio trayecto, el bromista continúa incitándome a ponerme en pie, ir hasta allí, y propinarle un puñetazo.
– Tengo hambre, ¿no tenéis AliOli? – Pregunta con sarcasmo, con otra nueva e ingeniosa estupidez que me hace apretar los puños. – Ah, no, que se ha acabado.
Me agarro al cabezal de mi propio asiento, clavando mis cortas uñas en él. El chico que se encuentra detrás de mí, me mira asustado, pero no le doy la menor importancia. Me estoy planteando seriamente el levantarme e ir hasta el graciosillo de turno para dejarle las cosas claras. No será tan gracioso cuando lleve el ojo morado. Pongo una rodilla en el asiento y me impulso ligeramente hacia arriba para poder observar a mi nuevo mejor amigo.
– No lo hagas. – Dice de pronto la pequeña niña de ojos marrones retirando la mano que había colocado en mi puño.
Me sorprende tanto su reacción, que me resbalo hasta sentarme en mi asiento. La miro perplejo, ya que pensé que jamás me dirijiría la palabra, por miedo, vergüenza, o vete tú a saber. La niña me observa con gesto prudente, como si aquí fuera ella la madre y yo el hijo. Es bastante vergonzoso imaginarse dicha comparación, pero es lo primero que se me ha venido a la cabeza. La pequeña comienza a explicarse con toda su decencia.
– Cuánto más caso les hagas, más seguirán. – Comienza diciendo– Lo que ellos buscan es que te cabrees. Demuestra que no te importa, y al final pararán.
Que una niña de primero te ofrezca enseñanzas morales, es ligeramente triste y patético, pero no he dudado ni un segundo en rechazar su ayuda. Tiene toda la razón, lo que buscan es enfadarme, así que no debo darles ni por un momento aquello que buscan, ellos ganaría, y yo acabaría siendo perdedor de esta relevante batalla. Ahora solo me queda maldecirle en is adentros.
– Vaya, gracias. – Digo todavía con asombro. – Por cierto, ¿cómo te llamas?
– Lisa. – Me responde con una pequeña sonrisa. – Si quieres hablo con él.
Creo que eso ya es ser extremista, pero me conmueve que esta niña a la que prácticamente no conozco, me ofrezca sus consejos y su ayuda. Faltan personas como ella en este mundo, la solidaridad resulta escasa en estos tiempos. No quiero que hable con un tipo que pueda pegarle una paliza por ese simple hecho, nadie debe pelar mis luchas, no sería nada justo. Y entre que jamás dejaría que una cría me defendiera, principalmente porque sería muy bochornoso, y en que debo dejarlo estar, su petición debo rechazarla.
– No, ni se te ocurra.
– Es mi hermano – confiesa de pronto – , es un idiota que se ríe hasta de las piedras, no te preocupes por él, es solo un niñato.
El autobús para de repente, y todas la gente se pone en pie para luchar por salir de este infierno. Alerto a Lisa de cuándo debe salir, y detrás de ella voy yo. Cuando bajamos caminamos juntos por la acera. ¿Debería darme vergüenza? Porque no siento nada de eso. Cuando me avisa de que el edificio por el que acabamos de pasar es suyo, me despido de ella con un gesto de la mano.
– Adiós, Lisa, y gracias por todo. – Le agradezco sinceramente. La segunda persona de este día que me apoya por encima de todo. Voy en racha.

No hay comentarios:

Publicar un comentario